Los gnocchi han quedado bien.
Las salsas de acompañamiento de las carnes también.
El pan, dadas las circunstancias, sale bueno.
La tartaleta de frutas y los donuts y berlinas estaban casi perfectos.
El hojaldre ha llegado a su quinta vuelta sin percances.
Las pizzas de aperitivo eran simples pero sabrosas y ligeramente crujientes.
Y también la otra cara, claro: hay que estar pinchando todo el día para que las cosas ocurran en el aula, algunos alumnos se van de clase sin avisar al profesor, y a la hora del servicio una especie de parálisis se apodera del grupo: nada nuevo bajo el sol salvo, quizá eso de hacer mutis por el foro sin ningún tipo de explicación por parte del alumno.
Así que, claro, con sus matices, estoy contento.
Todavía no se lo he comentado al grupo en general, pero sí, lo estoy, y al igual que ocurre con el comentario positivo cuando lo hago individualmente, servirá de refuerzo a la clase.
Cuando he ido al Supermercado esta tarde, después de llamar a Zaragoza, pensaba que me saldría un post alegre y risueño. Pero las sensaciones del día no habían todavía terminado. Hoy he visto por primera vez a un grupo de chavales que inhalaban pegamento. El pegamento, el de pegar zapatos, les quita el hambre y el dolor y les da una segura destrucción física y anímica. Tambaleándose, tres de ellos pedían entre los coches. Dos niños y una niña: ella en una suma de desolación mayor y lacerante, estaba embarazada. Han llegado a romper el microcosmos de personas que pueblan habitualmente ese semáforo; una o dos personas que venden cosas; fruta, cachivaches varios, lo que sea. Un chaval en silla de ruedas. Un anciano altísimo pero encorvado, con un traje raído pero no mucho, y con un aspecto casi de dandi. Todos ellos y los del pegamento. Pero los habituales les han aceptado: eran el escalón inferior de la pobreza. Otro chaval se ha quedado en la acera, custodiando una bolsa de basura llena de otras bolsas de plástico. Me he preguntado en qué pensaría, cuándo habría comido por última vez, como habría sido su vida hasta ese instante. Cómo acabaría; si álgún día pasaría por su vida una oportunidad para salvarse. En tal caso, si la aprovecharía. He pensado también; pero, cuantas veces he visto esto por la tele? Y sin embargo, ese grupo de 4, la punta de la punta del iceberg de los deseredados de esta ciudad, eran la viva imagen del desamparo. He pensado; me conmueve tanto porque es la primera vez que los veo; hay miles así. Que me pasaría si viera a cientos? Pero ellos son el resumen del resto y ante ellos el resto de los problemas de mi existencia son ridiculeces, bobadas, la nada.
--P.D: Apunte para los que habéis experimentado algún problema para acceder al blog: si escribís bloghonduras en Google, llegaréis hasta aquí sin mucha fatiga.