
Otro día de mucho trabajo que, al menos, ha servido para enseñar un par de cosas interesantes en cocina.
Hoy he encontrado un mascarpone hondureño que creo me valdrá para realizar un Tiramisú, el paradigma de que lo sencillo puede ser muy bueno en cocina o en pastelería.
Recuerdo un Tiramisú de muerte en mi primer viaje a Roma, in illo tempore. En un restaurante cualquiera. Servido en copa (lo puedes dejar todo lo jugoso y empapado que quieras si no hay que cortar). Antes una pizza de masa etérea. Y luego un café. Y yo me preguntaba – pero es que aquí nadie hace un mal café?
Recuerdo los puestos de funghi porcini por las plazas, los niños tirándose bolsas de agua y harina porque el curso había terminado, un risotto en otro restaurante cercano al Panteon, con el arroz al dente y con clientes romanos de una elegancia general y natural en el vestir que me parecía exótica, pero como de Marte, así de lejana.
Y el gelato, claro, en Piazza Navona.
Y, oh maravillas de esta Tierra y de esta raza humana!: la Capilla Sixtina.
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