Existen varias razones. La primera está, probablemente, en las circunstancias de mi estancia aquí. Un recorrido temporal corto, unido a un tiempo personal exclusivamente dedicado a ellos y en un lugar que no es el mío y que me alimenta de cosas nuevas cada día.
Y en lo que respecta al alumnado?
La unión de varios factores: el esfuerzo que muchos de ellos hacen para ir a clase todos los días, más allá de lo imaginable y realizable por la mayoría de los alumnos españoles.
La curiosidad de otros tantos, que les hace realizar preguntas de esas que un profesor está encantado en contestar.
La naturalidad en la visión de la vida, en la que el profesor no es un ente extraño que dice la suya, se va y del que no recuerdo si quiera el nombre y que tiene muchas derivadas; una comunicación fluida, un sentido del humor gratificante en ambas direcciones y una sinceridad común en la exposición de lo que les sucede y lo que sienten.
La reactividad ante los estímulos del profesor, que le hace pensar al docente no que lo que dice merece la pena, si no que merece la pena hacer el esfuerzo de decirlo; no sé si me explico; es como responderse siempre que sí a la pregunta inicial: ¿hago el esfuerzo de explicarle este concepto a este alumno, o mejor me quedo callado porque no sé si va a servir de algo?
La aceptación de los roles de la clase, a partir de la cual el profesor no tiene que explicar y justificar todas y cada de una de las decisiones que afectan al grupo-clase, como si de una asamblea permanente se tratara.
La calidad humana de los componentes de esta clase. Razón que es extensible a todos los alumnos y alumnas de este curso y que hace que la dinámica del grupo sea muy positiva para sus miembros.
Y finalmente, la piedra brillante y rara, la circunstancia feliz porque es volitiva; el afecto que demuestran.
Y en lo que respecta al alumnado?
La unión de varios factores: el esfuerzo que muchos de ellos hacen para ir a clase todos los días, más allá de lo imaginable y realizable por la mayoría de los alumnos españoles.
La curiosidad de otros tantos, que les hace realizar preguntas de esas que un profesor está encantado en contestar.
La naturalidad en la visión de la vida, en la que el profesor no es un ente extraño que dice la suya, se va y del que no recuerdo si quiera el nombre y que tiene muchas derivadas; una comunicación fluida, un sentido del humor gratificante en ambas direcciones y una sinceridad común en la exposición de lo que les sucede y lo que sienten.
La reactividad ante los estímulos del profesor, que le hace pensar al docente no que lo que dice merece la pena, si no que merece la pena hacer el esfuerzo de decirlo; no sé si me explico; es como responderse siempre que sí a la pregunta inicial: ¿hago el esfuerzo de explicarle este concepto a este alumno, o mejor me quedo callado porque no sé si va a servir de algo?
La aceptación de los roles de la clase, a partir de la cual el profesor no tiene que explicar y justificar todas y cada de una de las decisiones que afectan al grupo-clase, como si de una asamblea permanente se tratara.
La calidad humana de los componentes de esta clase. Razón que es extensible a todos los alumnos y alumnas de este curso y que hace que la dinámica del grupo sea muy positiva para sus miembros.
Y finalmente, la piedra brillante y rara, la circunstancia feliz porque es volitiva; el afecto que demuestran.
P.D: En otro orden de cosas: Feliz cumple, Javier!
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