
Hoy, en hora punta, las calles estaban desiertas, casi todas las tiendas cerradas; los centros comerciales echando la llave 2 horas antes de lo habitual. Los supermercados y las gasolineras llenos; gente comprando como si estuviéramos en estado pre-bélico. La consigna era: cada cual a su casa.
Yendo a uno de esos centros comerciales he pasado por Casa Presidencial, por la residencia de gobierno de Manuel Zelaya. Y le dicho al taxista que me parara ahí. Las puertas del recinto se hallaban abiertas y con gente. El presidente, acompañado de un nutrido grupo de personas, se había personado anteriormente en una base aérea militar en la que se encontraban las urnas para una consulta popular que se va a llevar? a cabo el domingo con el fin de reformar la Constitución. Y allí estaba, en las escaleras de la casa presidencial, arengando a las masas (no más de 100 personas, aunque luego han llegado más).
Me ha dado la impresión de que estaba muerto políticamente, a pesar de su necesario discurso optimista. Mientras, los militares custodian el Parlamento, el aeropuerto y otros lugares significativos de la ciudad y parecen querer decir con su silencio: habla, habla Presidente, que nosotros tenemos el verdadero poder.
Y tienen razón: la debilidad del gobierno es manifiesta.
Me ha dado la impresión de que estaba muerto políticamente, a pesar de su necesario discurso optimista. Mientras, los militares custodian el Parlamento, el aeropuerto y otros lugares significativos de la ciudad y parecen querer decir con su silencio: habla, habla Presidente, que nosotros tenemos el verdadero poder.
Y tienen razón: la debilidad del gobierno es manifiesta.
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