jueves, 21 de mayo de 2009

La colonia española is different.


El trabajo, es decir el ámbito de la Oficina de la Cooperación, pero también el destino, el azar y la casualidad hace que se conozca siempre a algún miembro de la colonia española. En mi primera estancia, uno de los encuentros más significativos por las características del español en cuestión, fue con un ex-guardia civil que regentaba un restaurante en Tegucigalpa y que reunía una por una todas las cualidades casposas del núcleo más rancio de la Benemérita; profundamente machista, jactancioso , obsesivo de un pasado de viejas y tristísimas glorias y con una visión de la vida absolutamente desenfoncada y fuera de la realidad.
Esta vez, a falta de lo que me depare el futuro, el español es Miguel. Nada que ver con el otro personaje, Miguel se dedica a la promoción de espectáculos de teatro, de cantantes, de pintores, conciertos y demás. Tiene también otros trabajos, como suele ocurrir con las personas que desarrollan su labor en países con un cierta desestructura social y económica y es, además, cliente nuestro. Es un personaje particular, no fácil, que lleva tres años por estas tierras y que, al menos por lo dicho hoy, posee muy poca fe en las posibilidades de salir adelante de este país, como nación. Ha cristalizado además, un recuerdo de España como el reino de la eficiencia, mito que cualquier conciudadano desmentiría categóricamente, pero luego posee una capacidad de análisis, aportada precisamente por su condición de español y europeo, que le procura una perspectiva más amplia que la que la mayoría de los hondureños puede alcanzar al examinar su propio país. Un personaje particular, con cierta suficiencia, del que todavía quedan más capítulos, sin duda, al menos como cliente (como cliente es apreciable porque aporta información relevante de lo que ocurre en el comedor).

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