Empiezo este cuaderno recordando que en sus principios a los blogs se les llamaba también bitácoras y esta última denominación me seduce más, después de haber pasado el Atlántico.
Veo desde la ventanilla del avión por primera vez tierra americana y pienso en Colón y en Nino Bravo: será algún tipo de mal de altura el que dirige mi pensamiento.
Desde el asiento, miro a mi alrededor.
Me fascina, me ha fascinado siempre la suma de casualidades que hace que tantas personas unan y crucen sus vidas en un medio de transporte, aún de forma efímera.
Un joven inglés al que la llegada de la comida le reconcilia con el mundo.
Una, dos, tres parejas de gente mayor que parecen por sus nacionalidades, ir de vacaciones. Otras parejas de nuevo cuño con sus anillos recién estrenados.
Un chaval con la camiseta del Ché (el vecino gringo esta muy presente en Centroamérica; es posible que sea algo más que un icono para él).
Ejemplos de alianzas que parecen sólidas.
Otra alianza consistente es la del catering de Iberia con la mediocridad. Todo es plasticoso. El queso es recauchutado y el paté parcialmente hidrogenado. Hasta un plato bueno en sí mismo como unos raviolis con tomate está decididamente malo; relleno indefinible; sabor a lata.
¿Se habrá empeñado hoy algún cocinero de los que realizaron esta comida, en hacerla algo mejor? ¿O serán miembros de una cadena de ensamblaje?
Mil y pico euros y 9099 km tendrían que dar para algo más.
En fin, Costa Rica es desde el cielo tan verde como en la imaginación.
viernes, 12 de septiembre de 2008
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